miércoles, 11 de mayo de 2011

MISTERIO EN USSÉ



Año 1690, en el castillo de Ussé se rumorea que han desaparecido tres sirvientes y no se les ha vuelto a ver.
Clot es el hijo del jardinero, junto a su perro Tim, siempre están buscando nuevas aventuras. Él que es un niño curioso ha observado que cada vez crece más el número de gárgolas colocadas en las torres. ¿Por qué se necesitarán tantas?, se pregunta.
Tiene curiosidad, pero a la vez, miedo. ¿Qué les habrá pasado a los sirvientes?.
Una noche, mientras todos dormían, se fue con Tim a investigar. Le llamó la atención la vieja torre. Aquella que está cerrada con candado. Cogió la antorcha y subieron. Clot forzó el candado y entraron. Aunque Tim no estaba muy convencido de hacerlo, parecía asustado.
La vieja torre estaba llena de trastos viejos. Todo lo que no servía, lo arrinconaban allí. Tim comenzó a olisquear una gran mesa que había en la oscuridad. Clot se acercó y vió unos recipientes con hierbas diferentes, otros con insectos disecados y otros con líquidos de diferentes colores. No acertaba a saber por qué estaba todo aquello allí.
Tim comenzó a arañar unas figuras de piedra. Clot lo siguió y con la ayuda de una lupa estuvo observándolas. No eran figuras, eran gárgolas de piedra. Parecían tener expresión humana. Acercó la lupa a los ojos y se retiró rápidamente asustado. Clot descubrió un  misterioso brillo. Tim también se puso nervioso.
Al momento apareció un humo intenso, dejando entrever una figura humana. Era el mago Tristan. Con túnica larga y oscura, daba una sensación terrible. Se presentó al niño como el gran mago del  reino de Ussé. Allá por el siglo XI, cuando se creó la primera fortaleza. Este explicó que cuando fueron atacados y casi derrotados, hizo un pacto con el demonio. Este le ofreció la inmortalidad, a cambio de que cada cincuenta años sacrificara tres personas, convirtiéndolas en gárgolas. Así el terrible ser podría darles vida para servirle.

-¿Y esas gárgolas son los sirvientes desaparecidos?-, preguntó el niño.
-Si claro-, contestó el mago.
Aunque  estoy cansado de ser un instrumento, un títere del demonio.
-¿Hay alguna manera de romper el pacto?-, volvió a preguntar Clot.

Si era posible, pero debía morir Tristan. A lo que estaba dispuesto y decidido.
Para ello pidió al niño que formulara un conjuro y convertirlo en gárgola. Seguidamente le debía arrojar por la ventana.
Así lo hizo Clot, partiéndose en mil pedazos al estrellarse contra el suelo. De esta manera las gárgolas fueron liberadas de su tortura, despertándose y cobrando vida de nuevo.
Otra vez Clot y su amigo se habían envuelto en una aventura con final feliz.

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