Año 1690, en el castillo de Ussé se rumorea que han desaparecido tres sirvientes y no se les ha vuelto a ver.
miércoles, 11 de mayo de 2011
MISTERIO EN USSÉ
Año 1690, en el castillo de Ussé se rumorea que han desaparecido tres sirvientes y no se les ha vuelto a ver.
sábado, 7 de mayo de 2011
viernes, 6 de mayo de 2011
miércoles, 4 de mayo de 2011
NUDOS
Allá estaban las tres. En esa habitación en penumbra donde sólo se intuía el aire fresco que circulaba desde el patio hasta el corral. Padre y el resto de los hombres habían ido al casino a hacer el café del mediodía y los licores. Cuestión de costumbres. Ellas no habían caído en prever que sólo los hombres se acercarían a la casa de la moribunda si ponían a disposición anís, café y otras cosas de alcohol. Las tres hermanas se miraron y suspiraron casi a la vez. En medio, en la cama, estaba su madre dormitando. Habían dejado las tres trabajos, familia e hijos sólo por pasar aquellas últimas horas con Madre. La recuerdan entre ellas y entre susurros, a aquella mujer pequeñita y frágil que en su día se hizo cargo de tres hijas y un viudo, tan joven ella, soportando las miradas de compasión de los paisanos cuando la veían con las tres cominos que la seguían a todas partes, que lloró igual por los hijos vivos que por los que nacieron muertos, que les daba a escondidas pan con tocino cuando se negaban a comer potaje , que las despidió ajena y entera en la estación de Córdoba aquella calurosa mañana de agosto de 1960 .
-Hay que cantar siempre "mi'as", siempre - les decía a las hermanas mientras cogían algodón e iban llenando los capazos - Cantando se deshacen los nudos y el cuerpo puede ir más ligero "pa tó".
-Anda, madre - decía la pequeña y la más descarada - que la gente va a pensar que estamos locas, como usted. ¿De qué nudos está hablando?
- Pues de los que tenemos todo el mundo "mi'a". De los nudos del alma, de los de la garganta, los del estómago y hasta los del corazón. Cantando todo pasa más suave, como el pan negro cuando lo untas en la "pringá"... La vida es un hilo y, cada nudo que hagas, lo hace más trabajoso pa coser. Recordar esto siempre.
Reían ellas de las ocurrencias de su madre. Casi podían escucharla en esa habitación; no...la estaban escuchando. Un hilillo casi quebrado de voz, una especie de mmmmmmmm que empezaron ambas a identificar; su madre; ojos cerrados, cuerpo casi inerte y respiración suave estaba tarareando. Se miraron cómplices en la pena, y empezaron a cantar muy bajito las tres hermanas, siguiendo a su madre:
"Con el vito, vito, vito, /
Con el vito, vito, va. /
No me mires a la cara /
Que me pongo "colorá".
Ahogaron un sollozo para poder articular palabra. Respiraron hondo, llenándose de aire hasta el estómago, más templada ya la voz, riendo entre lágrimas
Con el vito vito vito, /
Con el vito vito va. /
No me "jaga" "usté" cosquillas/
Que me pongo "colorá".
Y se giraron ambas a mirarla con dulzura infinita, a esa mujer encogida, pequeña y flaca que yacía en la cama. No respiraba. Pero sonreía, libre ya de los nudos que la ataban a la tristeza de sus hijas.
ENERGÍA
Estaba rodeado de cajas cuando encontró el libro. Probablemente era de ella. Siempre le habían gustado esos temas y devoraba literalmente cualquier libro que pudiese darle otro sentido a su vida o planteársela de otra manera. En eso era tremendamente inquieta. Tan inquieta que había acabado considerándolo un lastre y como tal lo había soltado para poder subir más alto. Se sentó un rato en el sofá a darse un descanso con una cerveza helada para olvidarse un poco del caos que le rodeaba y que tenía que solucionar. Empezó a leer el libro:
"La energía ni se crea ni se destruye: se transforma. Este principio es básico. Digamos que energía hay una y única en el universo y que tú puedas manejarla a tu antojo es cosa de práctica. El universo gestiona esta energía y es ciego, pero no cruel. Simplemente te devolverá la energía que tú hayas gastado y en la manera que la hayas gastado"
Rió pensando esas palabras. No se imaginaba una factura a cuenta de un gasto de energía emitida por el universo sociedad anónima. Miró el reloj y salió disparado, cogiendo carpetas y libros. Llegaba tarde a la reunión con el jefe. Después de ese tiempo de trámite de separación no le apetecía lo más mínimo esa sesión de bronca con nombre anglosajón, pero para eso le pagaban. Pensó voy a perder el autobús y así fue. Llegó con las prisas, que siempre son malas consejeras, a la mesa de la recepcionista, resoplando, corbata a la espalda y ella le miró encima de sus gafas, divertida:
_¿Esto que es, te estás leyendo Energía de Roast MacFried?_
_Si, bueno, un libro de Marina que se traspapeló en mis cajas de exiliado, en fin….demasiada metafísica para mí creo._
_Eres un listo, desde luego. No desestimes esa teoría. Lee más. Es digamos que un ensayo sobre como si piensas positivo, todo te saldrá bien. Y no tendrás que dejar el coche en el taller para venir tarde en autobús como hoy…desastre…que eres un desastre._
Estaba bien argumentado lo que le había dicho Calista. Siguió leyendo ese libro y hasta consiguió acabárselo. Empezó a poner en práctica sus peticiones energéticas al universo con cosas sencillas primero tipo voy a aparcar a una manzana solo de la puerta del trabajo, mi cola del supermercado tiene que ir hoy más rápido que las dos de los lados, el camarero me traerá el cortado a su temperatura justa para no quemarme la lengua y otros órganos vitales. Eh, y la cosa funcionaba. Pensar que le iban a pasar cosas buenas hacía, efectivamente, que le pasasen cosas buenas. Sólo falló el día que pensó en que no quería de ninguna de las maneras que ese dolor de muelas que intuía apareciese con todo su esplendor…El flemón fue de antología.
_Calista, lo siento, tu teoría y la de la tal Roast Macfried no funciona…mira lo que me ha traído la energía del universo: un flemón..._
_¿Tú te has leído bien todo el libro? ¿Qué pediste?_
_Pues no tener dolor de muelas_
_Ahhrghhh error. No puedes decir NO al universo y su energía. No entiende de partículas lógicas. Si le hablas con una sintaxis negativa…te devolverá energía negativa. ¡Pero qué torpe!_
Volvió a probar. Esta vez pensó con todas sus fuerzas Quiero estar bien con mi muela. Y, efectivamente, al segundo día se reconcilió con su sistema masticador. No flemones, no molestias….esto funcionaba. Le llamó Marina para cenar algún día, por los viejos tiempos. Había llegado a sus oídos que había cambiado en bastantes cosas: que ahora era una persona positiva, hasta osada, y quería verlo con sus propios ojos. El preparó su petición al universo con todas sus fuerzas, con la sintaxis lo más correcta posible, pero aun así falló. Ella volvió por donde había venido, pero con la promesa de una cena pendiente. Y siguió entrenando. Concentrando toda su energía en las peticiones y esperando que el universo le respondiese al mismo nivel. Tenía que provocar algo con Marina y sabía cómo. Quizás no le había dado la intensidad necesaria a sus peticiones.
Pero por fin la promesa se hizo real y allí estaba, esperándola delante del restaurante. La vio acercarse al paso de cebra, realmente preciosa, y se concentró con todas sus fuerzas. Fue el único que no corrió a auxiliarla cuando la atropelló aquel autobús.
Simplemente caminó en dirección contraria.
Y sonreía.
lunes, 2 de mayo de 2011
El Segrest
- Sr. Gail? – va dir l’home al pare de l’Albert, qui sobresaltat es girà bruscament.
- Us he espantat, potser!
En Gail el mirava sorprès i es preguntava que feia aquell home i a aquella hora al jardí de casa seva.
En Gail, militar retirat, era un home d’uns seixanta anys, havia format part de les forces especials d’intervenció i feia poc que s’havia jubilat.
- Em dic Rowel – va dir el desconegut. Sóc el comissari de policia, afegí amb una veu clara i greu.
- En què us puc ajudar? – preguntà en Gail.
- Heu llegit el diari?
- No.
- Tingui – va dir en Rowel, tot traient-se’l de la butxaca.
En Gail va llegir la notícia, mentre el seu fill els observava. Què puc fer jo al respecte? – va preguntar.
En Rowel li va demanar d’anar a un indret on poguessin parlar de la qüestió que l’havia portat fins allà, lluny de l’atenta mirada del seu fill. Així que van entrar dins la casa i s’assegueren a unes butaques que hi havia al despatx i en Rowel el posà en els antecedents.
Ahir un home va segrestar una noia de 15 anys. L’única cosa que se sap al respecte és que la noia, desprès de sortir de l’escola, tenia un cita a la qual no hi va arribar. Hores més tard, els pares van rebre una trucada d’un home que els demanava un milió d’euros i aquí sorgeix la qüestió de perquè ella? La noia forma part d’una família treballadora, molt arrelada al poble.
- I què voleu de mi? – va comentar en Gail.
- Que ens ajudi! Vostè és un dels millors en la seva feina.
- Si, però fa temps que no m’hi dedico, a més a més, perquè ho hauria de fer? Suposo que deu haver gent ben preparada que pugui fer aquesta feina i ....
El comissari, sense deixar-lo acabar de parlar li va dir: Pel seu fill!
- Com, el meu fill és al corrent d’aquest tema?
- Si, la noia és amiga seva. En el moment que els pares van rebre la trucada, ell era a casa seva. Ha estat ell qui ha parlat amb nosaltres i ens ha dir que vostè ho podria resoldre.
En Gail es va quedar sorprès pels fets, tot rumiant que podia fer, es va acomiadar del comissari i va cridar al seu fill per demanar-li explicacions.
Asseguts a la taula de la cuina, l’Albert li va explicar al seu pare que era a casa de l’Anne, així es deia, perquè havia quedat amb ella per anar a fer un tomb i desprès d’esperar-la més d’una hora sense que ella aparegués, fet que el va sorprendre perquè sempre era molt puntual, va decidir anar a buscar-la. Mentre l’esperava, va sonar el telèfon, la mare va respondre, en un primer moment no entenia el que li deien, nerviosa va cridar al seu marit qui va rebre la notícia del segrest. Atabalats pel que acabava de succeir, van avisar a la policia que va acudir a la casa minuts més tard. El comissari i dos agents més van entrar i van començar a fer preguntes, em van interrogar i fou aleshores quan els vaig explicar qui erets i que ben segur els podries ajudar.
En Gail va fer callar al seu fill, la ràdio estava donant la notícia, i a continuació li va fer un seguit de preguntes. L’Albert no entenia res, però va intentar donar al seu pare la màxima informació. Ben entrada la nit, en Gail va trucar a en Rowel, acceptava el cas sempre i quan tingués carta blanca per actuar. En Rowel tot i no estar massa d’acord va accedir.
L’endemà, a l’escola on anava l’Anne i també l’Albert tots comentaven la notícia. L’Albert, seguint les indicacions del seu pare, només escoltava i intentava no intervenir en les converses. Observava el companys i analitzava les seves paraules en busca d’alguna pista.
Mentre en Gail, fent-se passar per un agent de policia, va anar a la redacció del diari que havia publicat la noticia, volia conèixer de primera mà com l’havien rebuda. Tots i els primers impediments que va trobar, finalment es va poder entrevistar amb el director. Desprès de conversar una llarga estona, i prendre nota de tot el que li anaven dient, el director el va reconèixer. No era un simple agent de policia, la seva fotografia havia sortit a tots els diaris i a tot els mitjans de comunicació un decenni abans, era el reposable de la detenció d’en Grahan, un dels criminals més buscats en aquella època.
Un cop acabada l’entrevista, en Gail va anar a l’escola a buscar al seu fill, esperava poder lligar caps amb les diferents fonts d’informació que tenia. L’Albert va explicar al seu pare una conversa que havien tingut dues companyes i la reacció d’una d’elles quan l’altra li va preguntar que havia fet abans d’ahir per la tarda al sortir de l’escola. Pare i fill van recórrer l’escola, havien de trobar la noia i preguntar-li que en podia saber ella. Instants desprès de trobar-la i començar la conversa, en Gail es va adonar que ella, la Helen, sabia més coses. En un primer moment la Helen es resistia a respondre les preguntes, insistia que no sabia res. En Gail continuava amb l’interrogatori, havia d’anar amb cura la seva informació podia ser la clau de la seva investigació.
Veient la negativa de la noia en col•laborar, en Gail va optar per exposar-li els fets d’una manera més crua: l’Anne estava presonera d’un desconegut. Fou en aquest moment, quan la Helen va començar a tremolar i no trigar ni tres segons a començar a plorar. En Gail la va convèncer.
- Estigues tranquil•la i diga’m que en saps – va dir en Gail.
- Jo no el conec, no sé qui és. L’altre dia, al baixar de l’autobús de l’escola se’m va acostar un home i em va dir no tingués por, que no em volia fer mal, però que si no feia el que em deia, la meva família tindria problemes mols greus.
- Continua Helen ...
- Aquell home em va dir que el que havia de fer era acompanyar a l’Anne al cotxe que hi seria ell. Que li busqués alguna excusa per a que l’acompanyés i que li digués que ell era el seu oncle.
L’endemà així ho va fer, va embadocar a l’Anne, van pujar al cotxe i a l’arribar a l’encreuament de l’entrada del poble, la Helen va baixar del cotxe amb l’excusa que havia d’anar a buscar la seva moto, mentre l’Anne va continuar amb el desconegut.
- Això és tot – va concloure la Helen.
L‘Albert i en Gail parlaven en veu alta, volien trobar sentit a aquells fets. Qui era aquell home? Perquè havia segrestat l’Anne? Perquè s’havia valgut de la Helen per atraure a l’Anne? Què pretenia? On devia estar? Entre aquetes preguntes, en Gail va demanar a la Helen que li descrivís aquell home.
- Era un home alt i robust, tenia el cabell color panotxa i vestia ....
- Ostres, panotxa! - exclamà en Gail, interrompen la descripció de la Helen. Ja sé qui és!
Aquest crit va exaltar als dos nois que no entenien la reacció d’en Gail. Van començar a fer preguntes, volien saber que passava. Tots estaven nerviosos i el que més en Gail, havia tingut una visió, la imatge d’en Grahan. En a aquell va trobar la resposta: tot era una simple venjança.
Montse Pujol
domingo, 1 de mayo de 2011
EL ANIMAL QUE VIVE EN MI
-Uf, a esta temperatura no creo que aguante viva ni media hora más. Lo que daría porque un "pobre pringao" se tragara esta maldita ostra.
Tiene gracia la cosa, hace tan sólo 24 horas pensaba que iba a poder pasar aquí una buena temporadita. ¡Si llego a saber que el capullo del Restaurante me deja a -4ºC me hubiese traído la bufanda!
Gracias a los tiritones, logro mantenerme caliente unos cuantos minutos. Por fin abren las puertas del congelador, y unas pinzas metálicas cierran de un golpe la puerta de casa.
-Ya está, me dije, ahora sólo esa cuestión de segundos.
Siento sobre mis "flagelos" las ácidas gotas de limón y un airecito muy humano.
Me quedo un rato en los labios y de seguida noto que son femeninos, jugosos, suaves y calientes. Me deslizo frenéticamente por el tracto gastrointestinal de mi víctima. Creo que es joven y está sanísima.
La sangre va entrando poco a poco en mí y noto una inyección de adrenalina que se deposita directamente en mis venas. Mi excitación es tremenda. El olor fisiológico de "mi pobre chica" es embriagador.
-¡Vaya!, ya tenemos compañía. Habíais tardado demasiado en llegar. Mi nombre es Coli,
E Coli.
El capitán de ejército blanco, alza la voz potente y segura:
- Señorita Coli, sabe que no es bienvenida a este lugar. Nuestra Señora es joven, hermosa y ama la vida. Nosotros estamos aquí para protegerla, no permitiremos que le haga daño. Así la invito a marcharse por dónde ha venido.
-¿Pero de verdad crees que cuatro gordos me vais a asustar?, ¡en peores plazas he toreado!
Llevo días sin comer, casi me muero de frío y ahora que estoy aquí no voy a abandonar. ! ¡Esta chica es mía!
-Coli, estás en minoría. Me gustaría aclararte que mi equipo lo forman 5.000.000 millones de soldados.
-Estos cabrones no van a acabar conmigo. Eh gordo, está bien. Me largo. Eso sí, dile a tu Ama que abra las compuertas.
Los intestinos todavía huelen mejor, noto una fuerza ascendente que por un momento me estira como un chicle. Me agarro con fuerza, el epitelio de la mucosa es un buen escondite.
En los días posteriores, permanecí inmóvil, alimentándome sólo con el fluido que me llegaba, manteniéndome a una temperatura óptima, no segregué toxinas. Así conseguí engañar al ejército. Mientras esperaba con paciencia, el momento para terminar con ella.
Maribel Arias
Sota les aigües
El progrés era això: tancar aquells vells casalots, buidar les botigues que quedaven al poble i emigrar. Una vida desconeguda esperava als habitants de Sant Miquel de la Vall en un nou barri de cartó pedra que el govern els hi havia construït 5 quilòmetres més amunt. El culpable: la barreja d'un riu, més unes fortes pendents, i la possibilitat d'instal·lar-hi una central hidroelèctrica. Era un enemic sense rostre ni personalitat, però al cap i a la fi, per bona part dels veïns, el pantà que s'anava a construir era el pitjor dels malsons que es poden haver imaginat mai.
No obstant, d'altres vilatans més pragmàtics estaven encantats. Tindrien cases noves, una escola per estrenar i estarien més a prop de la carretera; i sobretot, cobrarien una sucosa indemnització. I és que a tot arreu hi ha a qui ni li importen gaire els sentiments i només valora allò que cap a la cartera.
De fet, a Sant Miquel de la Vall havien tingut lloc greus discussions sobre aquest tema, fins a tal punt que el poble s'havia arribat a dividir en dos ànimes. El partidaris de l'embassament acusaven l'altra meitat del poble de ser uns carrinclons, nostàlgics i capquadrats. Com es pot negar el progrés? Els hi deien. De l'altra banda, els qui s'oposaven a la inundació de tota la vall, titllaven als promotors de la obra de despietats, freds i interessats. “No s'estimen el poble”, asseguraven.
Tot es va resoldre en un tens plenari de l'Ajuntament, on la sang no va arribar al riu gràcies a la intervenció dels Mossos d'Esquadra. Sant Miquel de la Vall, sotmetia a votació la seva desaparició. Curiós plantejament: decidir esborrar-se del mapa. L'alcalde, imparcial, magnànim i lacònic va anunciar el resultat. Finalment, els partidaris de la construcció del flamant embassament van ser majoria, i d'aquesta manera és com una de les dues meitats del poble va aconseguir tirar endavant el seu projecte.
És així com, alguns contents i d'altres abatuts, els habitants d'aquell municipi pirinenc van abandonar els racons que els havien vist créixer. Dos mesos mes tard, l'aigua començaria a enfangar el carrer Major i la Plaça de l'Església, preludi del que vindria després. Mica en mica, el nivell va anar pujant, silenciós però alhora devastador. El bar, la botiga de queviures, la barberia, l'estanc... Tot quedaria en qüestió de dies esborrat, i amb ells, el record d'uns llocs i uns temps que per molt que es vulgui, ja mai tornaran a ser iguals.
LO QUE SON LAS COSAS...
Veo lo que quiero ver.
Cómo el qué dirán y las modas coartan nuestra libertad
La Providencia de Dios
La devoción a la Virgen)
Esos pueblecitos que aún permanecen aislados de las grandes vías de comunicación albergan paisajes, gentes y costumbres entrañables y, sobre todo, un modo más humano de vivir. Pasaba yo el mes de agosto en Logumbres, un pequeño villorrio de montaña conectado con el pueblo vecino, Valcasas, por apenas seis quilómetros de una carreterilla de tierra apisonada que atravesaba el pequeño valle que los separaba. Un antiguo puente sobre el riachuelo, unía los dos tramos curvos apoyados en sendas laderas en las que se asentaban ambas localidades.
Mientras permanecía sentado en un banco de la plaza, bajo un árbol, rehaciéndome un poco del calor tras mi paseo por la zona, vi llegar a un joven más contento que unas pascuas:
-¡Hola, Faustino!
Al tal Faustino no lo había visto yo, pero removía el heno del corral en una casa de enfrente:
-¡Qué hay, Paquito!
-Pues muy buenas nuevas, amigo, me caso de aquí a un año, en la fiesta de la Virgen, justo como hoy.
-¿La Virgen del Carmen?
-No, palurdo, esa es en julio; la de agosto, la Asunción de María. Bueno, eso de que me caso, será si Marina me dice que sí. Mira qué anillazo le he comprado para hacerle la petición formal. Lo haré de rodillas y todo, como toda la vida.
Acto seguido inició una autopalpación consecutiva de todas las partes del cuerpo más cercanas a los bolsillos. Es esa especie de danza que todos alguna vez ejecutamos cuando no encontramos algo y que parece más bien una comprobación de que ninguna partecilla de la anatomía se nos ha salido de su lugar.
-¡Madre Santísima, asísteme! No puede ser: ¡lo he perdido! Se me debe de haber caído en algún momento del trayecto en que he sacado el pañuelo del bolsillo. Ayúdame a buscarlo, amigo. Desandemos juntos todo el camino desde mi casa.
Y, dicho y hecho; les vi desandar lentamente el camino mirando juntos hacia el suelo, por todas partes y con cara de gran preocupación.
Entretanto, llegaron a mi altura dos dulces y elegantes ancianas:
-¡Uy, mira! Qué cabizbajos andan esos. Debe de ser un cortejo fúnebre. ¡Qué lástima que haya tan poca gente! Un difunto debiera ser despedido con más afecto y respeto. Vayamos y encomendemos su alma. ¡Quién sabe si tampoco habrá siquiera funeral o alguna modernura de esas! Como la tontería de suprimir a última hora la procesión de hoy -comentó una a su compañera.
-¡Ah! ¿La han suprimido? ¿Quién?
-Ha sido cosa del alcalde.
-¿Desiderio? Pero si yo lo tenía en catequesis, ¿es que ya se ha hecho ateo?- respondió la otra.
-¡Qué va! Si él también es catequista. Pero ha dicho que eso no hace moderno y que la quita porque le han dicho que si no, le van a venir piquetes al Ayuntamiento. Éste se ha achantado y no quiere destacarse demasiado. Sin embargo es el primero que se lamenta de que este año no haya loas a la Virgen.
Ambas señoras siguieron cabizbajas a los dos amigos y, progresivamente, se les fue uniendo un gran número de paisanos que pensaban estarse añadiendo a un cortejo fúnebre para presentar sus respetos y condolencias. Hasta los niños que iban al colegio en verano para recuperar las asignaturas suspendidas, se encaramaban a la tapia del patio, con la esperanza de ver el coche con el ataúd, con esa ingenua morbosidad infantil.
Iba la larga comitiva avanzando lentamente pueblo arriba hasta llegar a la Iglesia, al lado de la cual, se ve que vivía Paquito, el dueño del anillo perdido. Por lo visto allí lo pararon para darle el pésame, y él no entendía cómo había podido correr tan pronto la voz de su pérdida y por qué se lo habían tomado todos tan a pecho y de modo tan dramático. Eso al menos, es lo que se oía comentar por quienes pasaron a mi lado en el banco de la plaza. Así como la extrañeza al no ver ningún ataúd.
-Serán cosas de ahora- era el común veredicto.
Me contaron luego que dos habitantes del pueblo vecino, Valcasas, salían en ese momento para la era y, pudieron ver, al otro lado del valle la larga hilera de vecinos de Logumbres que avanzaba con parsimonia hacia la Iglesia.
-¡Si será sinvergüenza ese Desiderio!- dijo el alcalde de Logumbres cuando se lo comunicaron, más pronto que tarde - tanto fingir que no harían procesión y ahí la tienes. ¡Y nosotros que lo hemos recogido todo a última hora para no quedar como retrógrados…! Diles a todos que vuelvan a prepararlo todo rápido y los quiero con los mejores trajes y vestidos en la puerta de la iglesia dentro de media hora, ¡ni un minuto más!
Suerte que aún no habían acabado de recoger nada ni se habían podido cambiar de ropa. Así, cuando todavía no había acabado el pregonero de difundir por las calles la nueva orden del señor alcalde a toque de corneta, ya estaban todos endomingados y con la Virgen en la puerta de la iglesia.
El coro de niños repeinados seguía a los ciriales que anunciaban el paso solemne de la imagen de María Asunta. Luego el Párroco y los acólitos, la banda de música, y todos los vecinos, de dos en dos, cirio en mano y cantando a todo pulmón.
Aún sentado en mi banco adoptivo, pude distinguir claramente la procesión discurrir por las calles de Valcasas. El tenue eco de los cantos llegaba a veces, sólo cuando el viento venía de cara.
Fue aquello el detonante de una frenética agitación en Logumbres. Algo así como cuando metes un palito en un hormiguero. Y, aunque parezca mentira, al cabo de media hora, ya tenían ellos su procesión desfilando por las calles. Se ve que también se había suspendido en el último minuto por dimes y diretes similares a los de Valcasas.
-Me gusta mucho todo esto- comentaba uno- lo encuentro precioso y entrañable aunque yo no creo o, más bien ni me lo he planteado. Las tradiciones culturales no debieran perderse, ¿no crees papá?
-Yo sí que soy muy devoto de la Virgen; ella me ha cuidado y consolado desde que mi madre me encomendó a su custodia en el lecho de muerte. ¡No sabes cuántas cosas tengo que agradecerle! Me alegro de que, por fin haya prevalecido el sentido común…
-¡Quién pudiera experimentar algo así!- respondió el padre.
-Todos podemos, basta con pedírselo.
No había acabado de hablar aún el padre cuando se oye un grito de alegría:
-¡Lo acabo de pisar, Faustino! ¡Suerte que iba descalzo por una promesa que hice el año pasado! ¡Ay, gracias, Madrecita!
Pilar V. Padial
LA VIDA DE FRANCISCO JAVIER
Francisco Javier Pereda era un joven universitario muy inteligente, que por su buen expediente académico en la universidad le habían propuesto varias becas de formación en medicina como neurólogo en el extranjero. Aquel era su sueño. Su familia la componían siete hermanos menores que él y su madre, que padecía una rara enfermedad que los médicos no habían podido diagnosticar.
Pero parecía que la madre había mejorado en las últimas semanas. Estaba segura de que Dios la había curado para que así su hijo pudiera viajar al extranjero a finalizar sus estudios, y ser un gran médico. Un mañana, cuando la madre se encontraba en la cama aún medio dormida, Francisco Javier entró en la habitación para preguntarle cómo se encontraba. Ella se sinceró con su hijo y le explicó que lo que más feliz le haría sería que su hijo pudiera aceptar la beca, y que Dios le había dado fuerzas. Ya se encontraba mejor y ya podía estar al cuidado de sus otros hijos. Por fin Francisco Javier podría hacer realidad su sueño.
Y así fue. El joven viajó hasta Francia, donde acabó la carrera de Medicina y se especializó en neurología. Durante el tiempo que estuvo como residente conoció a una chica, Emilie, una residente obstetra. Se conocieron durante una convención en el hospital en el que ambos trabajaban. Les encandiló la conferencia, después de ésta se quedaron charlando durante horas. Y al día siguiente más. Y a la siguiente semana más. Se enamoraron perdidamente el uno del otro.
Al cabo de unos años finalizaron la residencia. Durante ese tiempo, Francisco Javier había mantenido contacto telefónico con su familia. Su madre se encontraba en perfectas condiciones, su extraña enfermedad había desaparecido. Sus hermanos habían crecido y ya podían cuidar de sí mismos. Pasado ese tiempo, Francisco Javier deseaba volver a su país y visitar a su familia, pero Emilie no podía acompañarle, tenía que trabajar.
Francisco Javier viajó hasta Lima. De nuevo se encontraba allí, en la habitación de su madre por la mañana. Ella tumbada en la cama. Él de pie mirándola, observando sus últimos momentos de vida. Se acercó sigilosamente a ella, le cogió de la mano, se arrodilló a su lado, y comenzó a llorar. Comenzó a llorar al darse cuenta de que ya no podría ir a estudiar al extranjero, que ya nunca conocería a Emilie, porque tendría que quedarse cuidando de sus siete hermanos pequeños. Comenzó a llorar porque había fallecido su madre, y con ella, todos sus sueños y esperanzas.
LAS ROBINSONAS URBANAS
(éste es mi intento de cuento de tres personajes)
Sólo el dulce sonido de tercera descendente de casi todos los timbres corrientes y nació el alborozo tras la puerta del piso. Hasta que se abrió y aparecieron, una sobre otra, dos sonrisas, una dibujada en una cara de joven mujer morena y bien parecida y la otra en un rostro infantil, de niña de cinco años, enmarcado por dos coletas despeinadas.
-¡Hola, tía Marta, por fin has llegado! ¡Qué guay!
-¡Hola, hermana!, ¿te ha costado encontrar la calle? ¡Qué alegría verte!
-¡Bienvenidas, mis chicas preciosas! Os he encontrado enseguida; ¡no olvides que yo vivo aquí hace muchos años! ¿Qué tal la mudanza?
La niña no dejó que su tía terminara la frase y, como un huracán con pecas y tierna voz chillona, la arrastró tía a lo largo de toda la casa, precediendo la entrada a cada habitación por un emocionado: “mira, ¿te gusta?”. La ráfaga terminó en una habitación llena de peluches y un solemne: “éste es mi cuarto”.
-No saltes en la cama bonita. Oye, hermana, ¡Cuánto me alegro de que os hayáis venido a vivir aquí definitivamente! ¡Qué vistas más bonitas tenéis!
-Sí, y desde el terrado se ve todo mucho mejor. Te agradezco que te quedes a pasar en casa este fin de semana mientras Miguel acaba de recoger todo en nuestra antigua casa y cierra la venta. Deja aquí la maleta y vamos al terrado; ¡ya verás qué maravilla!
Y, cuando el pueril huracán amenazaba con activarse de nuevo, su madre se adelantó:
-Voy yo delante peque, que tengo la llave; fíjate, aún no la he podido ni meter en el llavero.
Cuando hubieron llegado al terrado, los tres rostros se iluminaron; en verdad las vistas eran maravillosas y la madre de la niña enumeraba a su hermana todo su alcance, en una ciudad que para ésta era de sobras conocida.
-Es una zona estupenda. El único inconveniente es que, en los puentes y vacaciones, se queda muy solitaria, pero creo que cuando se vendan y habiten todos los pisos de los alrededores, eso se acabará. Creo que ahora mismo, a lo largo de este puente, somos las únicas personas que quedamos en la escalera.
Y entre risas y exclamaciones estaban cuando se oyó un fuerte golpe seco.
-¡Anda, se ha cerrado la puerta! Se me había olvidado decirte que hay que fijarla a la pared con una balda porque la corriente la cierra. Sacaste la llave de la cerradura, ¿no?
-Pues…va a ser que no. No se me ocurrió que la puerta se pudiera cerrar, lo siento.
-¡Vaya!, ahora nos hemos quedado encerradas aquí fuera. No es el primer vecino al que le pasa. Ya hemos sacado a alguno que se puso a gritar por los ojos de patio, pero hoy no hay nadie…
-¡Bah!, Tu súper hermanita tiene soluciones para todo. Como aún llevo colgado el bolso, saco el móvil y…¡fin del problema! ¿Qué prefieres policía local o mossos?
Decía esto mientras, tras rebuscar en su bolso, presionaba la tecla de encendido del teléfono a lo que siguió un alegre arpegio ascendente de puesta en marcha y, acto seguido, uno, apagado y descendente de “batería baja-apagado automático”
-Bueno- dijo a sus preocupadas familiares- llevo el cargador, no pasa nada. ¿Dónde lo enchufamos?
Recorrieron todo el terrado minuciosamente en busca de algún enchufe que les abriera la puerta liberadora del improvisado encierro, pero el único que había, estaba dentro de la sala de máquina del ascensor tras una verja de barrotes de hierro.
-Pues, pasemos al plan B.
Y comenzaron a gritar y gritar hasta quedar exhaustas y a hacer gestos con los brazos en alto, alternativamente abiertos y cerrados a los coches que discurrían por la carretera, un poco alejada. Quienes las llegaban a ver, les devolvían lo que creían era un saludo improvisado, con una sonrisa.
-No nos va a oír nadie, la “civilización” está demasiado lejos. Debemos pasar al plan C: pasaremos la noche aquí dado que el sol ya está decayendo.
-¡Qué fastidio!
-Tomémoslo como una “noche de pijamas”, chicas.
Comenzaron a hacer acopio de toda la ropa tendida en los cordeles así como de los plásticos que la cubrían, para hacerse una especie de tienda esquimal que las resguardara del frío de la noche. Hicieron el tejado con los plásticos en los que marcaron canalillos para recoger el agua.
-No me acuerdo de cómo se hacen vasos de papel, ¿y vosotras?
-Yo sí- respondió la madre de la pequeña- no hay como tener críos para tener frescas estas habilidades.
Hicieron unos cuantos vasitos para recoger el agua del rocío, con las hojas de un bloc que llevaba Marta en el bolso, y los sujetaron con pinzas en las desembocaduras de los canalillos. Después recogieron todas las pinzas de madera que encontraron y un par de tablones que había por allí, e hicieron una pequeña fogata. De nuevo el bolso de tía Marta y el encendedor que en él había, les habían sacado del apuro.
-Tengo que dejar de fumar un día de estos, pero hoy casi me alegro de no haberlo hecho. También llevo unas galletas de chocolate que te traía a ti, sobrinita.
Y entre cuentos, risas e historias de la vida cotidiana, dieron cuenta de todas las galletas entre las tres y pasaron una velada muy agradable. Casi habían olvidado lo apurado de su situación.
-¿Quién nos iba a decir que todo ese tiempo empleado en ver en televisión el “último superviviente” nos iba a ser tan útil?
Rieron con ganas y el sueño las fue venciendo. Las postreras palabras inteligibles salieron de la boca de la niña:
-¿Qué es el último superviviente?
Al amanecer, un rayo de sol acarició los rostros de las dos mujeres que dormían plácidamente arrebujadas entre las ropas de los vecinos.
-¿Dónde está la niña?
Echaron un vistazo rápido por todo el terrado y no había ni rastro de ella y la idea de lo peor asaltó la mente de su madre, que temía mirar hacia la calle por si allí estaba su niñita. Pero no, en cuanto recorrieron todo el terreno para buscarla, la encontraron dentro de la sala de máquina del ascensor.
-¡Menos mal que no hay ningún vecino y el ascensor no se ha movido! ¿Cómo se te ha ocurrido meterte ahí, niña?¿Cómo has cabido? ¿Estás bien?
Tras comprobar que la niña no sufría daño alguno y comentar el sabido dicho popular de que los niños caben por cualquier sitio por donde les cabe la cabeza, las hermanas se calmaron y, al mirarse mutuamente, una sonrisa iluminó sus caras. Si hubieran sido dibujos animados les habrían salido bombillitas iluminadas por encima de la cabeza.
-Corazón, ya sé que mamá te ha dicho muchas veces que no toques los enchufes, pero ésta es una ocasión especial, diferente. Lo entiendes ¿no?
Habiendo la niña sacudido la cabeza afirmativamente, las jóvenes se abalanzaron sobre el bolso para darle el cargador del móvil a la improvisada escapista.
-¿Qué prefieres, policía local o mossos?
Pilar V.Padial