La joven empujó la puerta y entró.
En la habitación, al lado de la chimenea estaba la anciana, que la escrutó con la mirada. -Algo ha cambiado- pensó y arrugó la nariz
-¡Hola, abuela!-
-¡Hola, Caperu….¡- Pero la joven la interrumpió- ¡ Ahora me llamo señora de Feroz!-
La abuelita puso los ojos en blanco y cayó al suelo como un pesado saco de piedras.
La joven se quitó la caperuza roja y la arrojó al fuego que ardía en la chimenea
En el bosque resonó un grito de alegría. -¡Libreeeee¡-
Y, de un salto alcanzó la puerta donde la esperaba su amor.
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