La joven lloraba a mares… pero, si había luchado tan heroicamente por ella, ¿Por qué se iba a la guerra?
El paje la miraba de reojo y seguía vistiendo a su señor. Se alegraba mucho de no ser escudero y tener que seguirle por esos mundos y menos ir a una Cruzada. Le gusta su plácida vida en el castillo.
Nuestro paje es poeta y goza del favor de las damas.
El guerrero sigue impasible, mientras le van colocando las pesadas piezas de su bella armadura.
Le acercan el casco, bruñido y con su rojo penacho. En ese momento levanta la mano, ordenando al paje que espere.
Se dirige a la joven, que sigue haciendo pucheros.
-Señora mía, mi destino y deber de caballero me aleja en este momento de Vos.¡Rezad y sed fiel a vuestros votos!-
La joven gimotea bajando la cabeza, al levantarla se topa con la mirada del paje y se seca las lágrimas. ¡Realmente queda muy lejos la cruzada!