Alejandra. Gallero.
Septiembre 2011
PEDAZOS DE GUERRA.
"Cadenas de miradas nos atan a la tierra
Romped romped tantas cadenas"
Altazor. Vicente Huidobro.
Marika avanza lentamente por el camino pedregoso. El polvo que cubre su rostro ha formado una pátina tras la que se esconde su antigua belleza. No tiene edad, ni sueños, ni esperanzas. Todo ha quedado sepultado bajo los escombros de su aldea de Precaz.
Junto a ella, una veintena de seres harapientos caminan arrastrando los pies. La levedad de su peso apenas deja una huella sobre la tierra indiferente.
Por un momento Marika se detiene. Un objeto atrae su atención desde el suelo y, como si despertara de un letargo, alza con cuidado entre sus manos un pequeño zapato polvoriento. Lo mira, lo gira por uno y otro lado e introduce uno de sus dedos por el agujero que atraviesa la suela. Una cascada de imágenes se agolpan en su mente: sus hijos, su casa, la aldea. Una existencia pacífica interrumpida una mañana con un estruendo, al que se agregó un temblor de tierra y el derrumbe de todo lo que hasta entonces creía permanente.
Vio a sus niños tal como los viera aquella mañana en que sonreían frente a la humeante taza de leche y el pastel de fresas. Después, el humo que todo lo envuelve en una bruma irreal y las sirenas ululando inútilmente. Cuando sus ojos pudieron volver a ver en la trastocada escena, ya no estaba ni la leche, ni el pastel, ni los niños sonrientes. Sólo silencio y olor a muerte.
Desde entonces, sus manos y sus brazos fueron palas y picotas para cavar la tierra en busca del instante que antecedió al estruendo. Bajo los maderos retorcidos encontró los cuerpos de sus pequeños.
Luego, como una autómata siguió a la columna de vecinos que marchaban con los rostros contraídos y los ojos muertos, en busca de refugio en bosques y cerros. Huyen despavoridos de su propio miedo.
Marika suspira para aligerar el peso de los recuerdos que le oprimen el pecho En su mente una pregunta ronda sin dar tregua: "¿habrá alguien, en alguna parte del planeta que sienta el dolor que yo siento? ¿alguien podrá devolverme a mis hijos que se llevó la guerra? Mis hijos...la guerra...mis hijos...la gue..."
Mira hacia el cielo en busca de un dios sin encontrar respuesta
Otro largo suspiro escapa de sus labios resecos y Marika retorna a la marcha abrazada a un zapato polvoriento..
¡Muchas gracias por compartir tu arte con todos nosotros, Ale! Alejandra nos escribe desde el otro lado del Atlántico, lejos en el espacio pero cerca en el corazón.Porque el corazón de cada uno se parece al otro como dos gotas de agua. Me parece muy bien descrito el dramatismo de la escena y los sentimientos y con brevedad y concreción, cosa que a mí me cuesta muchísimo.
ResponderEliminarGracias de nuevo y bienvenida de parete de todos!!
Si le pones una foto, quedará mucho más impactante
ResponderEliminarBreve e intenso tu relato, como la buena poesía. Gracias por compartir y bienhallada.
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